Estudiantes y egresadas de Medicina en Chihuahua marcharon para denunciar los riesgos de trabajar en zonas inseguras e incluso con sus propios compañeros, sin que sus denuncias sean atendidas.
CHIHUAHUA, Chih. (proceso.com.mx).- El homicidio de la joven pasante de Medicina, Mariana Sánchez Dávila en Chiapas, desató la indignación de las estudiantes y egresadas de Medicina en Chihuahua, quienes desde hace años han denunciado los riesgos de trabajar en zonas inseguras e incluso con sus propios compañeros, sin que sus denuncias sean atendidas.
En una marcha que inició en el hospital Morelos del Instituto Mexicano del Seguro Social, exigieron justicia para Mariana, y garantías para ejercer su labor de manera segura, porque no cuentan con protocolos claros y eficaces para denunciar delitos desde acoso sexual y laboral, hasta intimidación de grupos delictivos.
La marcha tuvo cuatro puntos estratégicos para elevar el nivel de exigencia, en donde colocaron batas blancas con sangre simulada con pintura roja. El primero fue el IMSS Morelos en la ciudad de Chihuahua, donde colocaron las batas. El segundo fue la rectoría de la Universidad Autónoma de Chihuahua, ubicada frente al palacio de gobierno y a un costado de la Fiscalía General del Estado.
El tercero, la cruz de clavos colocada desde hace varios años en la plaza Hidalgo también frente al palacio de gobierno y que se ha convertido en el ícono de la impunidad de feminicidios, homicidios contra líderes ambientales y otras víctimas de la violencia generalizada que vive la entidad.
El cuarto punto fue en las antiguas instalaciones de la Facultad de Medicina de la UACH, que se encuentra a un costado del Hospital Central Universitario, hoy convertido en hospital covid.
En el cierre de la marcha, estudiantes y egresadas dieron testimonio de los abusos de los que han sido víctimas, como la violación sexual de un compañero de la misma aula, que hasta ahora continúa impune a pesar de las denucias ante las autoridades universitarias y judiciales.
Recordaron también la situación en la que mujeres y hombres pasantes de Medicina, realizan su servicio social principalmente en las zonas de riesgo, donde por lo menos se ha registrado un caso de desaparición en Gómez Farías. En esa región fue desaparecido por un grupo delictivo que se lo llevó de su casa para exigirle atención médica, el doctor Blas Juan Godínez, quien hasta ahora no ha aparecido.
Otras jóvenes también han sido llevadas por integrantes de grupos delictivos para atender a sus heridos, aunque afortunadamente las han regresado con vida.
La marcha fue convocada por el colectivo MedFemCuu y Médicas con A, quienes tuvieron una amplia respuesta de estudiantes y egresados de Medicina. Se reunieron alrededor de 200 que caminaron al grito de «Mariana, escucha, estamos en tu lucha».
Las pancartas, entre otras frases demandaban justicia: «En Chihuahua y Chiapas desaparecen y matan médicos (as)», «Protocolos para las (os) pasantes, ¿cuándo?», «Las universidades nos niegan como alumnas (os) cuando somos internos y pasantes», «Mi familia espera un médico, no un cadáver #JusticiaParaMariana», «Voy a servir a la comunidad, no a que me maten #JusticiaParaMariana».
Sofía García, médica egresada de la UACh, quien también ha denunciado abusos sexuales, refirió que la pandemia puso en evidencia la precariedad de la inversión en el sistema de salud, lo que repercute en la falta de médicas y médicos en zonas rurales o de riesgo, que son cubiertas por quienes realizan el servicio social generalmente.
Cristina Gutiérrez Sandoval, médica pasante de servicio social, destacó el apoyo que hubo en la marcha que les unió en un sólo sentimiento y reclamo de justicia.
«Como pasante de servicio social estuve en una clínica rural en un ambiente de hostilidad y machismo por la misma comunidad y las jerarquías médicas. Con el asesor no había posibilidad de diálogo, se trabaja bajo una presión muy fuerte, no somos escuchados. Aunque yo me siento afortunada, a pesar de que era una plaza tipo C, porque la comunidad no fue una historia trágica, gracias a las enfermeras que hacian visible la violencia de género. Pero no todas tienen la suerte que tuve», compartió Cristina.
Contó que el presidente municipal también la escuchó, entendió que las mujeres médicas tenían miedo al atender pacientes a cierta hora del día. A partir de que habló con él, las personas que requerían atención médica por la noche, sólo podrían ser atendidas si iban acompañadas por una mujer.
«En una plática con adolescentes, hablando de sexualidad en un programa institucional, me preguntaron si yo ya había estado allí porque me parecía mucho a una médica anterior. Les dije que no. Y burlándose dijeron: ‘ah no, a la otra la mataron’. Es un ambiente muy normalizado con la violencia».
FUENTE: Proceso
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