Existe un consenso casi unánime de que la Organización de las Naciones Unidas requiere transformarse, pero no sobre lo que hay que hacer. También hay enormes obstáculos para actuar
Los líderes mundiales se reunieron durante más de una semana en la Asamblea General de las Naciones Unidas para debatir los problemas más apremiantes del mundo: la guerra en Ucrania, la pobreza, el calentamiento del planeta y las pandemias.
También reconocieron que el principal organismo de la ONU, su Consejo de Seguridad, no funciona, puesto que la incapacidad de actuar al unísono de sus miembros permanentes lo ha paralizado, mientras una guerra sangrienta hace estragos en Europa.
Erdogan se refería a que los cinco miembros permanentes del consejo cuentan con poder de veto: Estados Unidos, China, Francia, el Reino Unido y Rusia, el país que inició esa guerra virulenta. Rusia ha vetado resoluciones que condenan su invasión de Ucrania y le demandan la retirada de sus tropas.
António Guterres, secretario general de la ONU, fue aún más tajante con su apreciación, pues advirtió que la elección era entre una reforma o la ruptura.
“El mundo cambió, pero nuestras instituciones no”, declaró Guterres en su discurso ante la Asamblea General la semana pasada. “No podemos abordar con eficacia los problemas tal y como son, si las instituciones no son un reflejo del mundo tal como es. En vez de resolver los problemas, estas instituciones corren el riesgo de convertirse en parte del problema”.
Aunque los llamados a favor de reformar en el Consejo de Seguridad han persistido durante décadas, la invasión de Rusia a Ucrania ha recalcado ante los críticos que la infraestructura diplomática establecida después de la Segunda Guerra Mundial cumplió con su objetivo, pero ya no funciona y le está fallando al mundo del siglo XXI.
Las profundas divisiones entre los cinco miembros permanentes han obstaculizado la acción colectiva para detener conflictos mortales, abusos de derechos humanos y amenazas nucleares en todo el mundo, desde Ucrania hasta Siria, desde Mali hasta Birmania, desde Sudán del Sur hasta Corea del Norte.
Pero, a pesar de las peticiones generalizadas a favor del cambio y de la abundante evidencia que existe de los fracasos del organismo, salir del punto muerto que impide el cambio es una tarea casi imposible.
La carta fundacional de la ONU se diseñó para que las modificaciones sean extremadamente difíciles de hacer. Y aunque se han planteado varias propuestas e ideas para modificar el Consejo de Seguridad, se requiere un consenso que, según líderes mundiales, diplomáticos y funcionarios de la ONU, no está al alcance.
“Creo que uno de los desafíos es que todos estén de acuerdo en que se necesitan mejoras significativas. Nadie está de acuerdo sobre cuáles son esas mejoras”, dijo la semana pasada Justin Trudeau, el primer ministro de Canadá, en una entrevista con The New York Times. “Cambiar la arquitectura que tenemos requerirá un nivel de consenso que creo que podría estar un poco más allá de nuestro alcance en este momento”.
Cualquier cambio en el consejo requiere una modificación en la carta estatutaria de la ONU —para lo que se necesita el voto de dos tercios de los 193 Estados miembro— más la aprobación de los cinco miembros permanentes del consejo.
Incluso si los cambios propuestos superaran los formidables obstáculos internos de la ONU, luego tendrían que ser “ratificados según sus respectivos procesos constitucionales” por dos tercios de los Estados miembro.
Desde la fundación del Consejo de Seguridad en 1945, cuando se le otorgó la responsabilidad de prevenir amenazas a la seguridad internacional y mantener la estabilidad, el único cambio que se ha producido ocurrió en 1965, cuando se amplió de 11 a 15 miembros, y añadió cuatro escaños a los miembros no permanentes, que son elegidos por periodos de dos años.
Pero retirar a Rusia del consejo o quitarle su poder de veto, como sugirió el presidente Volodímir Zelenski de Ucrania, no es una posibilidad que se considere realista, no importa cuánto impulso haya en este sentido como resultado de la invasión a Ucrania.
Lo anterior no significa que los miembros permanentes se opongan a los cambios (los cinco han expresado apoyo por algún tipo de modificación). Sin embargo, se cree que es improbable que cualquiera de los cinco esté dispuesto a renunciar a su poder de veto.
“Necesitamos ser capaces de superar el punto muerto que con mucha frecuencia obstaculiza el progreso y bloquea el consenso en el consejo. Necesitamos más voces y más perspectivas en la mesa”, expresó el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, en su discurso ante la Asamblea General la semana pasada. Hace un año, también en un discurso ante la ONU, Biden pidió una reforma del Consejo de Seguridad, y puso al gobierno de su país a disposición de las iniciativas de cambio.
Existe una propuesta que exige la incorporación de más miembros permanentes al Consejo de Seguridad, pero no está claro si se les concedería poder de veto. Japón, Brasil, India y Alemania son contendientes en esta propuesta. Los líderes de África han exigido al menos dos escaños permanentes para los Estados miembro del continente.
Otra propuesta favorece agregar más integrantes de diferentes regiones del mundo a los escaños electos y permitirles ocuparlos por periodos más largos y renovables. Entre los defensores de este plan se encuentran México, Argentina, Corea del Sur, Turquía, Italia y Canadá.
Pero cualquier alternativa podría enfrentar una intensa oposición.
“Por cada país que quiere un puesto permanente, hay uno o más que están decididos a impedirlo. Italia quiere detener a Alemania, Pakistán quiere detener a la India, China quiere detener a Japón”, explicó Richard Gowan, director del International Crisis Group de la ONU, quien ha realizado una extensa investigación sobre los intentos de reforma.
Durante el año pasado, Linda Thomas-Greenfield, embajadora de Estados Unidos ante las Naciones Unidas, se acercó a unos 90 países, a veces individualmente y otras veces como grupo, para escuchar propuestas de cambios, comentó un alto funcionario del gobierno estadounidense.
En teoría, tanto Rusia como China también han apoyado el cambio como parte de sus iniciativas para defender los intereses del sur global contra Occidente. Pero en la práctica, Rusia en repetidas ocasiones ha puesto obstáculos a las acciones colectivas incluso más allá de Ucrania. En julio, vetó un proyecto de resolución que habría autorizado una renovación por nueve meses de la entrega de ayuda transfronteriza al norte de Siria, vetó sanciones a personas en Mali y bloqueó una respuesta unificada a los lanzamientos de misiles balísticos de Corea del Norte.
Pero el impulso de transformación no se limita al Consejo de Seguridad de la ONU. La organización también ha sido presionada para adelgazar su burocracia agobiante y simplificar sus numerosas agencias, lo cual aumentaría la eficiencia y reduciría costos.
Lo anterior no significa que los miembros permanentes se opongan a los cambios (los cinco han expresado apoyo por algún tipo de modificación). Sin embargo, se cree que es improbable que cualquiera de los cinco esté dispuesto a renunciar a su poder de veto.
De la misma manera han ganado impulso los ímpetus de cambio en sus instituciones económicas, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Este año se dedicó una cumbre al tema en paralelo a la Asamblea General. Guterres ha defendido esta causa al pedir que las juntas directivas de estas instituciones sean más diversas y cambien sus reglas para los países pobres y en desarrollo, a fin de permitir que se perdonen las deudas soberanas y existan mejores condiciones de préstamos.
Gowan dijo que el problema de credibilidad del Consejo de Seguridad podría solucionarse solo de manera parcial con cambios en su composición, sin garantía de que la acción colectiva sería más fácil. Un consejo nuevo y ampliado podría quedar igual de paralizado si persisten las divisiones y tensiones entre las potencias mundiales.
“No es solo un juego matemático”, dijo. “No se deben crear expectativas demasiado altas”.
Fuente: The N
Más historias
Nearshoring ha impulsado más del 12% de la creación de empleos en el norte y centro del país
Estados Unidos exige a México garantizar seguridad de periodistas
Xóchitl Gálvez denuncia filtración de datos personales